Aunque parece una obviedad decirlo: el parabrisas y las lunas del coche se convierten en elementos básicos para la visibilidad. Es normal que su estado de conservación y limpieza influya en tu seguridad y la del resto de usuarios. Desgraciadamente muchas veces no le prestamos la atención que se merecen; y es posible que presenten reflejos o desperfectos que dificulten la visión.
Desde Autolunas Carabanchel queremos explicar cómo las lunas del coche comienzan a ensuciarse. Pero también cómo puedes evitarlo y qué hacer para que la visibilidad de esta zona del coche esté en perfecto estado. La limpieza aquí se vuelve un asunto de vital importancia.
Claves para la limpieza de tus lunas del coche
En la ciudad, hay muchos agentes externos que puede ensuciar la luna de tu vehículo, provocar reflejos y reducir la visión. Por ejemplo, el polvo o el polen crean sombras a contrasol. La resina de los árboles y los excrementos de los pájaros suponen que los cristales pierdan su claridad y se vuelvan más turbios.
En la carretera, las partículas de petróleo de otros tubos de escape junto con el polvo de las pastillas de freno, contribuyen a ensuciar el coche. También reduce la visión el impacto de los mosquitos, sobre todo en una circulación nocturna.
A veces creemos que, para solucionarlo, basta con pasar el coche por el túnel de lavado. Pero muchos de estos residuos adheridos no desaparecen con facilidad y necesitas una limpieza más exhaustiva. En el mercado existen diversidad de productos especializados que cumplirán con esta misión de mantenimiento; y al mismo tiempo el cuidado de las lunas del coche.
Lo primero es retirar la capa de suciedad más superficial con una esponja o cepillo de cerdas no duras. El agua caliente a presión te ayudará a que la siguiente fase no dañe la superficie del parabrisas. Para dejar un acabado brillo, puedes darle una última mano con limpiacristales o algún repelente de agua, como los que ponemos a tu alcance en Autolunas Carabanchel.
Tampoco debemos olvidar la limpieza del interior de los cristales que muchas veces pasamos por alto. Es común y constante que los cristales se llenen de grasa y humedad fruto de la exhalación y sudoración. Eso también dificulta la visión, sobre todo al viajar en la dirección del sol o por los reflejos de los faros de otros coches que circulan en sentido contrario.